Lula: Con los yanquis se vive mejor

18 abril 2010


Opinión
Manuel Malaver - La Razón / ND

A un mes de publicar “Folha de Sao Paulo” y “O Estado de Sao Paulo” la noticia de la negociación de un acuerdo militar Brasil-Estados Unidos, 15 días de confirmarla el ministro de la Defensa brasileño, Nelson Jobim, y una semana de firmarlo en Washington el propio Jobim y el Secretario de Defensa norteamericano, Robert Grates, (con la presencia y aplausos de los presidentes, Barack Obama y Lula Da Silva), pues el muy procaz, dicharachero, compulsivo e incontinente verbal presidente venezolano, Hugo Chávez, no ha dicho ni pío, se ha metido la lengua en el paltó, y luce en una actitud de esas que describimos por aquí como de: “¡Trágame tierra!”.

O sea, sí ha hablado como un loro, ha insultado, ofendido (ni la señora Hillary Clinton se le salvó) derrotado imperios, destruido sistemas, amenazado con invasiones, guerras y batallas, ejércitos, milicias y tropas de reservas, con Sukhoi y bombas nucleares, pero sin enterarse que el país que preside el “hermano, amigo del alma y aliado estratégico Lula Da Silva”, el segundo con la más larga frontera con Venezuela, Brasil, selló una alianza militar con el “maldito, enfermo, explotador y enemigo de todos los pueblos, imperialismo yanqui”.
Mutismo o prudencia que se le agradecería -pues implicaría el reconocimiento al fin de un principio que proclama pero no practica: el de “no injerencia” en los asuntos internos de otros países- sino fuera porque este mismo deslenguado, este mismo Chávez, hace poco más de 7 meses removió cielo y tierra, llamó a las armas, insultó, despotricó y amenazó con desplazar batallones a la frontera con Colombia a causa de que su presidente, Álvaro Uribe, había firmado un acuerdo parecido con los Estados Unidos.
Días y semanas, casi meses de agravios, de abusos y atropellos verbales que en términos militares no concluyeron en nada (porque ya se sabe que Chávez no tiene con qué), pero que en lo económico le infligió un agudo daño al pujante comercio bilateral (casi 7 mil millones de dólares en el 2008), cerró aduanas, voló puentes, paralizó el transporte y sembró la desolación, el hambre, la miseria y el desempleo donde antes dos comunidades construían una experiencia integracionista de decenas de años.
Y la gran pregunta es: ¿Qué tiene Lula que no tiene Uribe, Brasil que no tiene Colombia, y por qué se llega al extremo de castigar a millones de trabajadores colombianos y venezolanos (privándoles de sus fuentes de trabajo) porque presuntamente el acuerdo militar Uribe-Obama era para invadir a Venezuela, y el de Lula-Obama se solapa, se alcahuetea, se deja pasar bajo la mesa, y, descaradamente, no se le condena, ni tampoco se reúne a la UNASUR para denunciarlo y pedirle explicaciones a sus firmantes?
Creo que ya contesté esta pregunta en un artículo que publiqué el domingo 9 de agosto del año pasado en el semanario “La Razón”, y portales y blogs que lo reprodujeron, con el título de “Las FARC: el otro miembro del ALBA”, que comienza con este párrafo:
“Que sean los países del ALBA y, básicamente, su líder, el teniente coronel, Hugo Chávez, los que llevan a cabo la feroz campaña contra la instalación de presuntas bases militares norteamericanas en Colombia, no es sino otra prueba de lo bien sintonizados que están los intereses de la subversión colombiana con sus aliados del Sur, Centroamérica y el Caribe.
Para empezar a situarnos, no habría que recordar sino la frase espetada hace año y medio por Chávez- y desempolvada hace una semana por Correa para aplicarla a Ecuador- de que “Venezuela no limita en su frontera norte y suroccidental con Colombia, sino con las FARC”.
Audacia que también explica, por qué Chávez y sus socios dan como un hecho, que de existir las fulanas bases…no sería para dirigirlas exclusivamente contra las FARC y otros enemigos internos del país de Nariño, sino contra ellos mismos.
Y la pregunta es: ¿por qué tanto miedo? ¿Es que existen relaciones peligrosas, peligrosísimas, y no confesas entre Chávez, Correa, los países del ALBA y las FARC al extremo que, de instalarse las presuntas bases, sería imposible que el conjunto de países socialistas, autoritarios y totalitarios no terminen chocando con los ejércitos de Obama y Uribe?
Inquietud que también me llevó a la tesis que sostengo actualmente: toda la alharaca que vociferan en este momento Chávez, Correa y sus socios del ALBA, es por encargo de las FARC, que son los únicos amenazados porque tales bases contribuyan con el gobierno de Álvaro Uribe, y de quienes lo sucedan, a darle la estocada final a las guerrillas más añejas del continente y el mundo occidental”.
En otras palabras: que lo que diferencia al acuerdo militar Lula-Obama del de Uribe-Obama, es que en ningún sentido se relacionaría con las FARC, ni ningún otro de los aliados subversivos de Chávez y del ALBA, y, a este respecto, bien podría Lula firmar acuerdos militares con Micheletti, el estado de Israel o Taiwan, sin generarles otra fricción que no sea leerlos y tirarlos al cesto de la basura.
De modo que, estando las FARC a resguardo, nada de que preocuparse, pues a lo sumo, el acuerdo Lula-Obama solo tocaría intereses específicamente nacionales e internos de Brasil.
Claro, eso desde el punto de vista de Chávez y sus aliados, porque, si se mide en términos del liderazgo político y militar brasileño, las FARC si es un enemigo fundamental de Brasil, en cuanto se trata de una organización aliada e involucrada en la delincuencia organizada y el tráfico de drogas, y que contribuye a que las mafias colombianas expandan su poder subversivo y destructivo por América y el mundo.
Les brindan protección, como se ha demostrado y no niegan, y ellas mismas cruzan las fronteras de sus vecinos y, aun saltan más allá, para lucrarse con la refinación, el transporte y la distribución de cocaína, crack y heroína.
Ejemplo de hasta donde puede llegar la influencia nefasta y destructiva de las mafias colombianas, sus aliados políticos o seudopolíticos, y de las organizaciones armadas que las protegen, el de México, país cuyo estado vive una guerra civil patrocinada por los carteles mexicanos de la cocaína y de la delincuencia organizada y tienen prácticamente de rodillas.
Un suceso imprevisto y sin precedentes que el año pasado arrojó un saldo de 26 mil asesinatos, tiene ocupada una capital fronteriza como Ciudad Juárez y es responsable de que una economía proyectada para ser una de las de mayor éxito del mundo en desarrollo y situar a México entre las potencias emergentes del siglo XXI, haya arruinado sus expectativas.
En breve: que el panorama aterrador que describe el venezolano, Moisés Naim, en “Ilícito” (Debate.2006), una investigación que revela “cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo”, y que es imposible que “existan sin la complacencia y complicidad de los gobiernos”, o de parte de los gobiernos.
Espectros que determinan, según Naim, “que ya no existe una confrontación mundial de carácter ideológico, entre el bloque comunista y el capitalista o entre el Norte y el Sur, sino que se trata de algo más importante: lo que llamo el enfrentamiento entre agujeros negros políticos y puntos de luz.
En los agujeros negros geopolíticos nuestras reglas tradicionales, nuestra forma de entender el sistema no existen, y suelen ser zonas del mundo caracterizadas por la debilidad de sus gobiernos y donde los traficantes son el poder más importante, retando a las administraciones”.
Y pienso yo que fue desde esta perspectiva que el Brasil que ha desplazado a México como la tercera economía del continente, y la séptima del mundo, que es miembro del BRIC y suena para ser una potencia mediana con miras a ser grande a mediados del siglo XXI, decidió firmar el acuerdo militar con Barack Obama, y así alejarse de Chávez, del ALBA y de sus anacronías, para jugar a fondo a modernizarse, a ser una economía del Primer Mundo, y cumplir el rol que le aseguran sus enormes recursos y capital humano.
La vía para no mantenerse anclado en el pasado, presa de miedos y fantasmas que no existen o dejaron de existir, en antiguallas como la lucha de clases, el odio de pobres contra ricos y el colectivismo, con fantasías que presuntamente promueven la igualdad, el fin de las injusticias sociales y el progreso, cuando en realidad fomentan el hambre, el atraso y la miseria.
La vía, por último, para unirse y no para desunirse, para hacer parte del círculo de países que más pueden contribuir a derrotar al narcotráfico y a la delincuencia organizada, a las FARC y las mafias colombianas, que más favorecen los intercambios económicos y tecnológicos, e impulsan una economía regional, y global que en conjunto cruzara todo el siglo XXI siendo la primera del mundo.

 
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